V RECITAL: 16 de decembro

Anita Nuñez-Torrón Stock. Cinco minutos más para mi Vietnam

A corazón abierto

No puedo explicarlo muy bien.

No era la forma en que se movía
y detenía el mundo.
Era más bien esa manera
tan jodidamente bonita
que tenía de callar
y gritarlo todo bailando,
con los dedos,
con los pies,
yo que sé,
yo no tenía ni idea de lo que quería decirme,
y aún así podía escucharla durante horas,
mientras jugaba a no mirar hacia delante:
era como vivir con el corazón abierto y los ojos cerrados.

No era la forma que tenía de cantar,
y juro que había mil pájaros
escuchándola siempre en su ventana,
si no la forma en que su silencio
atrapaba la atmósfera,
en ese punto exacto
en el que su voz se desvanecía,
como llevada por el viento,
por el tiempo,
y seguía desgarrando mis entrañas.

No era la manera que tenía de quererme,
claro que no,
era la forma que tenía yo de quererla a ella,
me enseñó algo así
como que querer y respirar
eran casi hermanos gemelos,
bastardos, eso sí,
y que el dolor
es también una sensación preciosa.
Pero tampoco era la manera que tenía de enseñarme,
porque nunca lo hizo,
fue la forma que tuve yo de aprender
que el amor no era otra cosa
que quererla para siempre de algún modo
y a pesar de todo,
de aprender que las tormentas siempre me recordarían a ella,
y que las primeras flores crecerían siempre en su pelo,
y se marchitarían en mis pupilas.

No sé cómo explicarlo,
no era ella,
era yo,
yo cuando la quise por primera vez y supe que sería
para siempre.

Así que no me digáis que el amor
solo es abrazarse hasta que amanezca
y recordar su aliento
cada vez que huele a café y a champú
por la mañana.

El amor también es la soledad
que siento cuando estoy con ella
y soy incapaz de abrazarla.

No sé,
yo creo
que el amor es darse de hostias
con el dedo meñique
cada mañana contra el mismo sofá
y que siga siendo tu favorito a la hora de la siesta.

Pero creo que no sé explicarlo muy bien.

A quemarropa

Hoy también puede ser un día inolvidable.
Despertarme contigo,
oler tu miedo,
y abrazarlo muy fuerte,
hasta que desaparezca.
Perder el tiempo
de la manera más bonita de todas:
entre tu pelo.
Acariciarte,
recorrerte,
de arriba abajo,
entera,
como si fueses Barcelona.
Y si existe un mundo ahí fuera,
que nadie nos lo recuerde,
porque hoy no nos hace falta
saber que las calles están ardiendo
-o peor,
que dejaron de arder,
y ya solo quedan cenizas-
Hoy no queremos oír hablar de ruinas,
aunque vivamos en ellas.
Hoy solo me haces falta tú,
y una poesía,
te digo
(una poesía que te diga
que solo me haces falta tú)
Poner música,
para perdernos entre acordes,
en silencio,
y que hablen nuestros ojos
mientras nuestras bocas se miran
-cansadas de buscarse la una a la otra
en la boca de otros-
¿De que sirve hablar,
si ya agotamos las palabras?
Prefiero contarte con mis manos
mil historias,
y bailarte con las pestañas,
lo que mis pies no supieron
por donde empezar. Prefiero decirte que te quiero
a base de caricias,
que burlarme de tus tímpanos con promesas
que tardaremos un día en incumplir.
-porque será eso lo que tardes en marcharte,
en desaparecer de nuevo,
para dejarme vacía,
y llena de rabia,
hecha una antítesis de odio y amor-
Prefiero mil veces lamer tus heridas,
que escuchar hablar de cicatrices ajenas
y no olvidar así el sabor de tus balas
-aunque es imposible,
porque tu mirada,
a quilométros de distancia,
es un disparo a quemarropa-
Prefiero no pensar que el amor dura para siempre,
y no ahogarnos en excusas,
ni en recuerdos edulcorados,
prefiero quererte, cómo no, a quemarropa,
cuando estás cerca,
sabiendo desde el primer momento,
que este día se acaba,
que este sol se apaga,
y tú,
con él.

Autodisparo

A partir de entonces,
en la penumbra de mi habitación,
todas las mujeres se llamaron Violeta.

A partir de entonces,
Violeta muere cada noche en mi cabeza,
como murió aquella noche en su espalda,
en la absurda, escuálida, arquitectura de su omóplato.

De regreso a mi prisión de cemento, quinto efe,
las primeras gotas de lluvia desdibujan la silueta de Violeta en mi cabeza,
para volverla a dibujar en las ventanillas, en el retrovisor, en cualquier parte.
Violeta sin líneas, sin rasgos, Violeta fugaz y eterna a la vez.

Me enamoré de ella perdidamente,
del blues de sus finas caderas,
del sabor a tristeza de su lengua.
Llevaba los labios pintados de rojo,
y el alma, como sus pulmones, color ceniza.
Una chica nunca lleva suficiente pintalabios rojo, decía.

La primera vez que la vi, que sería siempre la última,
dilataba sus pupilas al ritmo de una balada imposible,
su voz sonaba igual que una guitarra con las cuerdas rotas.
Este cigarro, esta poesía, estos versos corruptos,
van por ti, Violeta.

Ella fumaba tabaco negro entre canción y canción,
sujetaba la guitarra acústica con sus delgados dedos y chupaba el filtro, saboreándolo,
pintándolo de carmín.
Luego reanudaba la música, que no se oía apenas,
eclipsada por sus grandes ojos negros.

Horas más tarde, cuando se desnudaba,
y dejaba que la luna iluminase su cuerpo, de líneas casi infantiles,
toda hueso, toda alma y poco corazón,
sentí una tristeza desgarradora.

Violeta era una poesía oscura, oscura como la noche,
oscura como sus ojos,
oscura como la historia que su voz color gintonic narró mientras amanecía.
Estoy rota, me confesó en un susurro ensordecedor.

Luego se rompió para siempre.Su última noche fue para mí.
Y sin embargo, fue menos mía que de nadie.

Dentro

Tengo diez mariposas
muertas
encerradas en el estómago,
el recuerdo de una primavera
que se acabó,
y tres inviernos
nevando
en mi hígado.

Tengo un corazón marchito,
un pulmón (y medio)
colapsado de nenúfares
y una tristeza blanca,
color frío.

Tengo una cicatriz
que me atraviesa
el pecho
-y el alma-
cinco suspiros
que me guardo
por si acaso
todavía no ha sido suficiente,
y vuelves otra vez
a romperme
los esquemas
y las ganas,
y vuelves a decirme
que me quieres,
pero como siempre,
a media voz,
no vaya a ser
que florezcan
mis pupilas
y tengas que perderte
-perdermede
nuevo,
y vuelva a llover
-dentro de mí-
y vuelvas a llover
-lejos mía-

Tengo dos párpados rotos
de tanto (no) pensarte
y una incerteza
que se clava en la clavícula
cuando te veo demasiado cerca
-y te siento demasiado lejos-
Tengo una garganta mutilada,
y un grito
que me desgarra por dentro.

Tengo sueños,
-pocas veces tengo sueño-
y un insomnio
que podría hablar más de nosotras
de lo que tú
-y yo-
podríamos jamás.

Tengo margaritas,
entre las sienes,
de las que nunca dicen te quiero,
y solo me deshojan,
y me dejan la mente llena de pétalos
y oliendo a ti.

Tengo un agujero
al que algunos llaman alma.

Y tengo una jaula,
llena de nada,
llena de ti,
aquí dentro.

Soy una jaula,
aquí dentro,
llena de nada,
llena de ti.

Y aquí fuera,
tú no estás.

Y yo soy libre,
y puedo ir adónde quiera,
pero me quedo aquí dentro,
contigo.

Aquí dentro tuve dos alas,
y las corté.
Aquí dentro tuve un pájaro,
y lo maté.

Aquí dentro huele a muerte,
pero fuera,

vivo bien.


Araxiel Dóyel

Bajo la lluvia

Me abandono por las calles, bajo la lluvia…
El aire ya no pasa por mis pulmones,
atraviesa mi corazón como un balazo.

Sin respiración,
sentada al lado de la oscuridad
camino por mi mente buscándote,
recorro todos y cada uno de los rincones
donde antes habitaba tu voz.

Me encontraste a la mañana,
bajo el agua de la ducha,
bajando por  tu hombro como un río que se salió de su cauce.

Sin fuerzas para detener la caída
me abandono a ti y a tu tiroteo sentimental,
al humo de las noches,
a tu cintura,
a las miradas cómplices de mis paredes
y a la melancolía.

Quitarte las ganas de besarme,
borrar tus manos de mis muslos,
buscar tu mirada y encontrar el vacío.
Quiero acabar lejos de tus ojos,
poder no pensarte mientras el deseo me come la vida.


Abandonarte por las calles, bajo la lluvia…
Allí donde tus labios ya no son los míos
y la tormenta no deja pensar,
donde solo valen las palabras
cuando me las susurras tan bajo que no puedo ni escucharte
 y desaparezco.

Me abandonas por las calles, bajo la lluvia…
Duele respirar tu piel,
tu aliento,
mis ganas,
el olor de tu pelo y de mi cama empapada.
Mirar por la ventana de mis ojos
y ver el frío de la noche,
el calor de tus suspiros,
las sonrisas después de cada calada,
y mis cenizas…

Atravesaste mi vida
y dejaste en ella una herida que llora,
una herida que nunca te encuentra
y te pierde por las calles,
bajo la lluvia…

Augas de metralla

Quería describila tal e como é,
pero cando sale o era,
todo aquelo semella gris,
coma se fose onte e non hoxe
cando a miraba.

Na súa ausencia respiro o que foi
o seu corpo sentado no meu sofá,
sempre coas súas verbas presas na miña cabeza,
lembrando cada letra sinuosa
coma un dedo debuxando as miñas costas.
Hoxe son feridas que me recordan
que non quería ter escoitado todo aquelo,
nin ter cantado con ela naquel ceo escuro
que para min sonaba coma unha aperta
no medio dunha mañá de frío.

Son coitelos furándose nas miñas meixelas
pero semellan lágrimas de dor,
un alegre dor que a respira.
Tento sorrir mentres ela recita sempre só para min,
dime que non hai, que pode e non está,
paseniño e progresivo todo se esvaece nas súas mans,
aprisióname,
asfíxiame como sempre quixen que fixese,
dende lonxe, moi lonxe.


Dous pasos cara atrás,
un máis e será a ferida a que me abrace.
Sempre tal e como plantexamos nun último día de verán,
sempre por enriba das nosas posibilidades,
volátil pero leal,
como os días de chuvia en Santiago.

Eu síntoa como ela xa non me sinte,
cantarei sen ela,
sempre superando as miñas soidades.
As veces o camiño de volta non remata,
mais mentres o día non venza perante as portas da súa noite,
soñarei cos seus beizos
recorrendo cada límite do meu suspiro.

Tiña un Vietnam na cabeza,
pero tódolos mares nos seus ollos.

Fusión

Cogías las serpientes
que reptaban alrededor de tus pies
 mientras nos acercabas al lugar
por el que nadie apuesta.
Cruzando entre lo blanco y lo azul
yo esperaba a que tus palabras
llegasen a mis oídos.

Pero tus labios ya dormían.
Nos acercabas al abismo por la vía rápida
y yo ya era tu.
Tu, mis piernas y mis brazos,
yo, tus ojos y tus manos.
La luz de la fusión cruzaba los cristales del alba
mientras ahogaba tus suspiros,
anulaba mi mente
y rasgaba lo blanco,
dejándome ver el burdeos espeso en el manto.

Apartabas los límites hasta que llegábamos a ese infinito destino,
wolframio y cobalto fundiéndose en hierro,
minutos y segundos completando las horas.
Agua y dos guitarras,
la canción silenciosa jamás escuchada inundaba tu lugar,
mi lugar,
nuestro cuadro y el sueño.

Pasó un amanecer y su rabia.
Leí en tus labios la lluvia
mientras tu descubrías en mis ojos
las caricias del olvido.

Y así transcurrió lo oscuro,
dos pinceladas con sabor a invierno.

AZUFRE 234, dragones y princesas

Sangrándome cada letra
te escribí un universo.
Un nuevo mundo lleno de dulce
en las alas de la muerte,
gotas de vida resbalando
por la fina catarata de nubes
que nos separaba de lo real.

Como animal alado,
planeabas por el reino de mis susurros,
sin dejar que las estrepitosas sobreactuaciones
inmutaran tu sueño.
Contagiada de tu desdicha
adorné con arias italianas cada rincón,
buscando la nostalgia en tu rostro.
Intentando soñarte mis fúnebres princesas
que adornaban las calles con caricias
de suspiros helados.
Pretendiendo sentir venturosamente
el dulce despertar de tu mirada cansada.
Recorrí cada rincón de Azufre 234
intentando encontrarte en tus memorias.
Grité a tus ideas furias de palabras,
sin conseguir hallar el consuelo de tu latido.
En la eternidad de mi memoria recuerdo tus vuelos.
Nos veremos después del ultimo paseo.

Pensarte

Aínda me sinto pensar.
Non imaxino,
debuxo en cada nota,
coma unha sucesión de acordes disonantes
que cobran sentido cando che rodean a mirada,
a máis infinita das túas curvas.

O son vaise cosendo as miñas mans
e ti, mentras
confúndesme.

Desnuda as miñas ideas,
desnúdate.

Fai que sone melancólica,
desaparece e deixame.

Deixame escribirte.

O mar

Se me deixas aquí, quedo soa,
co corazón nunha man,
e na outra o adeus que non quero decir.

Persígote como as ondas do mar,
mais ti eres a area a que non chego,
a que non quero chegar.
Porque sempre fuxes e me deixas aquí
Quedo soa co medo,
cas ganas de votar un berro e fumar un cigarro
deses que tanto noxo che dan.
Marcha,
pero se volves buscarme nom che saberei decir que non.
Dareiche unha aperta e cantareiche ao oido:
xa nos veremos polo camiño,
se cadra.


Hugo Reine, Recantos no Deserto

Más allá de la fiebre, al otro lado del delirio

Poseo en mi estómago
las inocentes ganas del sonar
de la puerta abriéndose
de la invasión de la calma
del golpe de Estado de la paz

del ruido melodioso
de la sociedad que se convierte
en las esquinas oscuras de mi pensamiento
el allanamiento de morada
de la luz
que puede con todas las oscuridades
con todos los interrogantes
del suelo llenándose de sombras

y sigue subiendo su marea
para ahogarme en algún día
despojado
u olvidado
o quizás ni me acuerde pero
exiliado
por voluntad propia
hasta que el asco del mundo
que es cualquier habitación
que no pasa por la duda de la escoba
ni del atrapapolvos

la única verdad de nuestra naturaleza
la potencialidad infinita
o desinfinita
distópica
sin un trapo para quitar la mierda
de los días que se van acumulando
tras los agujeros de la persiana
del óxido de la ventana que no se abre
por vergüenza ajena
al mundo

en el odio
de la ropa que se ensucia
de las bocas que no se retroalimentan
de los corazones que no beben
otro alcohol de las heridas
de las amistosas, las soledades
las esclavitudes sin mayúscula
y con todo mayúsculas

las malas lenguas
en contra de lo que, penosamente
quizá somos
  
porque después y a pesar de todo
queremos darle la vuelta al mundo
y seguimos siendo incapaces

de tirar el papel del chicle
a la papelera.

IV RECITAL: 2 de decembro


Sandra Regueira

Ei manos frías

Ei manos frías!!!

Suenas a desgarro, a clamor desenfrenado de días sin precocinar, apura ese cigarro y vamos a volar.

Rodeos  en perpendicular, indirectas al portador, no se fían franquezas entre las paredes de esta habitación. Comprometidos con la sin garantía de tenerse en diferido, viajamos siempre de camino, la sin duda de nuevo destino.

Ei manos frías!!!!

Calcula mi dosis, fírmame esta tesis, recoge caligramas de papel y éxtasis, pasea por las transversales de mi vertical, si, a besos puntillas, calibras, todas las idas y venidas.

Competición de paroxismos, diluvio de aforismos, mis márgenes también quieren tu doble pauta con vistas al mar, siete vidas ancladas a un precipicio que surfear.

Susurro de ventana empañada, sigue desplegando tus alas y a contrabando de almohada apaga todas mis ganas.

Ei manos frías!!!

Suenas a victoria en mi bastilla, mito en mis leyendas, insoportable levedad. Si, a válvula de Toole te busco, la ironía siempre es tu mejor pulso. Si,  suenas, like a Rolling Stone por mi piel, mareas de miel y hiel, castillos en el aire de William Blake, a  atardecer, retroceder, a quererse sin querer, aprender a transcender, solo conozco el perecer de sobredosis de placer… 

Ei manos frías!!

Escucha, que te escucho.

La sangre corre

La sangre corre…

Por batallas de recuerdos, de vidas que pudieron ser y no fueron, de sueños irrealizables, de quimeras…

Se están desangrando…

Comodidad de ideología, libertades de candado, ganas sumisas apurando el trago, los ¨shhhhhh, calla¨ de garrote vil a la tangente, camino de círculos cerrados, preinscripciones de absoluto en horizonte acompasado, perpetua tregua sin lucha, perpetua melodía en silencios de negra podredumbre.

Corre la sangre…

Méritos a sincronización de indiferencias, mediatriz de las carencias, apuestas y bancarrota de intuición.

La sangre sigue corriendo…

Atardecer eterno en la puesta de descrédito, revolución del ocaso, munición en tinieblas de mentes sin meta, de sin causa de miedos.

Y vuelve a brotar a borbotones…

En la cicatriz perpetuamente abierta, de hipérbole quejido callado, infecta de silencios;  patología del consentimiento, tiránica conformidad, codicia mediocre y astucia ordinaria.

Y se te escapa, se te está escapando, se te está yendo… se va, se quiere marchar, nos quiere dejar, está huyendo, se escapa, nos deja, se fuga, deserta, se larga, se va, abandona, se rinde, desiste, abdica, dimite… se despide… la vida se despide…

Quiero cataplasma a la herida, antídoto, cura, salvación… Quiero fe de comisura, dogmas del desvío, cabezas altas de mentes despiertas, impares, palabras en clave de lenguas singulares, quiero invernadero de rarezas, inusuales planes, palpitares, nuevos masticares, rebumbio en los altares de sexo sin prejuicios… quiero 24 horas en amaneceres de carreras de obstáculos sin foso, soledad… solo su la busco, conquistas… solo si se dejan, libertades amando a mares, leyendo versos, cantando a musas… Quiero paraísos perdidos sin largas noches de piedra ni sombras y si, quizás, sólo si me asombran. 

Búscame en una cama fría

Búscame en una cama fría, en el sabor a café de cualquier piel que me quite tus ausencias. 
Búscame a contracorriente, a lo lejos y en tiempos pasados, en el lirismo desfribilante, a orillas de la conmoción, en el hueco de los vacíos y en la oquedad de la triste incomprensión. 
Búscame en el desafío de cada despertar, en los precipicios, en los insomnios, en el fracaso suicida, entre tinieblas y con Cohen, a mil besos de profundidad. Búscame en el a flor de piel, de vaso medio vacío, en cualquier réquiem a la desilusión, a deshoras, con impuntualidad y sin previas citas. 
En las miradas perdidas, con brújula de quimeras y a cuentagotas de desesperación. 
Búscame en algún cuadro de Klimt, quizás, y en su debacle de suspiros, a agudos de saxofón y a percusión de cuerpo tiritante. Búscame entre cabizbajos, en el cajón de los calcetines sin par y su absurdo, en la embriaguez de caos y desorden emocional. Búscame en la metáfora del mundo y en mi desencuentro, en la apología de lo amargo y su contraproducencia, en el antagonismo de todos mis puntos suspensivos… 
Búscame, en mi tonta esperanza, de que algún día, sin intuirlo, me encuentres y sigas buscando.

Escarcha

Escarcha, chasquido, relámpago… fuente seca, cuenco vacío, puta sin esquina.
Conservar la desesperanza, abrigarse con piel de orgullo, jugar a ganar, perder los papeles, parir entrañas por los ojos, dolerse hasta las pestañas, maullar auxilios y enseñar los dientes, quererse poco y quererse mucho, la sin medida de los verdugos, sobrepasar los límites, escrutar el  sin aliento, dejarse joder, dejarse caer, dejarse morir, morir de sentir, sentir el frío, sentir la soga, sentirte lejos, sentirte en crudo,  al limón y sin recomendaciones.
Quererse poco y quererse mucho,.. retorcerse pataleando, luchar contra si mismo, perder el pulso con los impulsos, mecer la ansiedad de no tenerte nunca, de huir siempre a todas partes y seguir frente al espejo, gemir de exasperación, oda a la desolación, la furia desafina pero no rompe la rutina.
Quererse poco y quererse mucho… Cerrar fuerte los parpados, acompasar oscuridades, poner en tensión todos los músculos, saberte roca de acantilado, impertérrita, sacudida por los oleajes, inescrutable, desafiada por el mar. Bajar las escaleras y echar la vista hacia lo alto, saberte hormiga entre la inmensidad, pequeña palpitación en la vorágine, ser  fragancia del miedo, escapar al sincobijo.
Quererse poco y quererse mucho… marcharse a tientas y de puntillas, sin reconocer el  adiós o el hasta pronto. 
Me quiero poco, te quiero mucho,… me voy.


Cecilia Marchetto

Bestia

Caminando sobre suspiros con pies de fuego,
llego riendo a las puertas carnosas de un pecho frenético.
Besando los pulmones, bautizo de ansia cada temblor.
Avivo una sangre hirviente de rugidos impacientes
a través de cometas melancólicos
que escupen escamas de diablos.

Incandescencias líricas absorben su mirada

que se pierde en el sabor de un sol. 
Yo soy el tortuoso placer de quemarse la lengua con un beso.
Llamo al gozo con mis palmas hambrientas.

Mi luz tumultuosa derrama cantos y lágrimas,

eclipsa las palabras cojas y los cuartos sucios,
hasta ser el único mundo y un jardín en su centro,
sagrado destructor del tiempo y los mandamientos.


Sendas

¿Te imaginas que hubieras sabido siempre
cuál era tu vida?
¿Te imaginas que hubieras escogido tu destino
con deseo firme?
Caminando en línea recta hacia la luz.
¿Te imaginas que hubieras sido capaz
de entregarte?
¿Te imaginas que la claridad
te hubiese atravesado?

¿Qué sería ahora el presente?

¿Habrían anegado los torrentes de abril tu corazón?
¿Habría regado el deshielo tus ojos?
Quizá sea necesario perderse en caminos prohibidos,
zarcillos que se entrecruzan,
raíces que buscan el mineral diamantino
disuelto en el fango prolífico;
arterias, ramas adentrándose
en lo profundo de la pulpa pantanosa
hasta el vientre estrellado de la materia,
hasta las grutas fosforescentes
que albergan la esencia de la tierra.

Nunca te será dado conocer

las sendas abandonadas,
nunca volver a entonar
los deseos enterrados.
El viaje incierto de una hebra de luz
que cae sobre el mar.

Selva negra

Desde allá, donde la furia se levanta resoplando desde el blanco absoluto,
Vibra lentamente un gemido, da sus primeros pasos, y despliega sus alas robadas de canto
Empezando a deshojar la rosa de arena, avivando cada parpadeo del cielo,
Fecundando la luz en su negra matriz.
Lo imposible rompe como un mar contra el mundo
Segundo a segundo,
Surgiendo de las líneas en las manos de los hombres,
De espirales en sus dedos,
Real como una caída al vacío que despierta al cautivo.
No hay más que abrir las puertas cuando llama el mensajero,
No hay mas que dar la mano al regalo del fuego.
Ver la sonrisa de la promesa,
El guiño de una hermana en la boca del destino,
Esperando a nombrarte el nuevo retoño,
Rey de tus pasos y guardián de tus horas,
El único en la tierra solo con ella.
Riendo bajo la lluvia de hosannas que sacuden el espacio,
trazando ante ti los arco-iris que llevas dentro,
multiplicados por las lágrimas.

Instante

¿Y quién mira cuando tocas
cada cuenta brillante de un segundo?

¿Quién se para a darte agua? 

¿Quién te abraza como a un pájaro perdido?

Nos quedamos en silencio

mientras baila el aire recién nacido alrededor nuestro.
Es la mano abierta de los milenios,
con sus surcos bordados de luz,
festejando nuestra quietud.

Como un anciano que sonríe en su último día,

se queda en la puerta diciéndonos adiós,

bienvenidos, 


es un secreto.



Hermelinda Tierradulce





Jaime Arnau


Un instante de Sebastião Salgado

Les vi, con un paraguas roto entre la lluvia y el viento,
como dos pestañas aunadas en un mismo soplo, al viento
uniéndose, espiga o flor, a los campos del mundo. Él, radiante
bajo el casi alba delicado. Ella, una sonrisa u horizonte
entre dos cimas o mejillas sonrosadas de vida. Él, brillante
en el día a día y en la eternidad de los abrazos, en el tácto
y en los posos del otoño y sus angustias. Ella, todo dientes
y colores por inventar, todo ojos y manos que pintaban.
Él. Ella. Un cordón umbilical desde la luna a sus almas líquidas.
Y una lista, una lista y unos nombres que poco o nada aún dicen.
Una descripción de lo imposible, como un guiño o un aplauso
al indecible tránsito que les hizo astros. Agotamiento. Agotamiento
Yo preguntaba Qué línea franquea, muerte o vida, ciego umbral
donde los besos ya son nada. He visto bebés volar al cielo con los ojos
abiertos aún a la luz del mundo. He visto a la vida cerrar los ojos
y decir ya es suficiente y aún suspirar insatisfecha. Agotamiento.
Agotamiento. Con un paraguas roto ente la lluvia y el viento.
Eran frágiles como una vela al soplo. Agotamiento. Agotamiento.
No habitaban una lista de nombres vanos. Él y ella se besaban
más allá del Hambre, de las fronteras, de toda la insulsa humanidad
que sólo pudo poner palabra y carencia a su noble pasión de tierra,
navaja oxidada o reloj a su pasión de fuego sin témpera o medida,
pulmones asfixiados de antemano a la trasparente pasión de agua,
escamas y una lógica de acuario para la salvaje sed de viento.
Ellos se besaban, se besaban, y en sus cuatro labios los elementos
eran un sólo mundo palpitando, y yo mirando
quizá, fui la derrota de la muerte, o la imagen del universo.

III RECITAL: 18 de novembro


Emily Broken Rose: Emily Broken Rose


La muerte del alma

Clama tu cuerpo una paz
Que su espíritu no puede proporcionar.
Duele.
Recordar duele.
Vivir duele.
Morir... La muerte es sinónimo de paz.
Cierras los ojos.
Las blancas palomas se convierten
En oscuros cuervos acechantes,
Cuervos que escriben con tinta negra
El fatal desenlace de tu historia.
Son sus plumas el anuncio de tus llantos,
Sus graznidos el quejumbroso lamento
De tus heridas reabiertas.
Su vuelo, la burla de una libertad
Que tus dedos jamás rozarán.
¿Y es este el abismo
Al que tanto temen los hombres?
No hay demonios, ni fuego,
No hay látigos, ni acero.
Sólo frío, oscuridad,
Y un terrible silencio.


The everlasting symphony

Lluvia incesante en esta noche de Abril.
Lúgubre melodía,
Tétricas notas de un piano
Acariciado por la mano que otrora
Deseaba arrancarte la yugular.
Tristes violines acompañan
En un fondo resguardado por nubes de tormenta.
¿Qué augurio es este?
Te preguntas, temeroso.
La música ha cambiado, la alerta se acentúa,
El miedo sale de tu cuerpo
En forma de frío sudor.
Escóndete bajo las negras alas del cielo,
Y que tus lágrimas contribuyan al caudal del río.
Aunque de nada te servirá todo ello,
Pues ella ya te ha visto.


Deseos reprimidos tras pasar la medianoche

Sentir...

El tacto de su piel blanca, aterciopelada; tez de leche, luz de luna, perla y nácar, maldita locura.
Sus labios de fresa, pálidos rubíes, discretas amapolas, del paraíso jardines.
Los ojos, cristalinos, celestes, lastimados, lastimeros, pergaminos de estrellas, océanos de paz y tormenta.
Su mirada en mis ojos, perdición, electricidad, conexión.

Tocar...
La garganta de cisne, las mejillas coralinas, los níveos brazos, de Afrodita los senos.
Teclear sobre tu espalda como si fuese un piano y yo fuese pianista; dibujar en tus piernas como si fueses lienzo y yo una artista.

Y saborear, y morder, y besar, y perder
El juicio entre tus brazos, la razón entre tus piernas.
Que los defensores de la decencia
nos encadenen, nos tiren piedras.
Y que sean testigos de nuestra experiecia,
que se mueran de envidia en tus ojos las estrellas.


Umbría

La melodiosa voz de la ventisca susurra entre los árboles adormecidos. La última flor se ha marchitado, y con ella aparece la Dama Umbría, caminando silenciosa con sus desnudos pies sobre la fría tierra mojada. Hoja a hoja, las copas de los mudos habitantes del bosque se doran, se sonrojan y caen a polvorosa, danzantes, acompañadas por la brisa del atardecer. El césped se seca, las criaturas se esconden, salen los hijos de la noche. Mientras el conejo hiberna, el búho ulula, componiendo hermosas melodías que la Dama no duda en seguir con acertados movimientos de su cuerpo virginal. La vaporosa nube de rizos rojos que conforma sus cabellos atrapa cientos de hojas perdidas, y las amolda hábilmente como si de adornos se tratase. Otras tantas reptan por su piel desnuda, cubren sus partes púdicas en primer lugar, para después convertirse en un elaborado atuendo otoñal. Sus ojos de miel observan, entre largas pestañas de ónice , cuán hemoso es su largo día de vida, tres meses humanos que ella invierte en crear lluvias, tormentas y algún que otro vendabal. La Dama Umbría duerme tres cuartas partes del año, despierta cuando su hermana, la Dama Helide, se va a dormir tras haber sustituído a la Dama Cerinia, y retoma el sueño cuando la hermana más pequeña, la Dama Inverna, se despereza una tercera vez. Y en ese corto período tiempo en que medio hemisferio depende de ella, la Dama Umbría es feliz, porque es libre, y libre será mientras el mundo siga siendo mundo.



Petri Daza

No estás 

Si en el alma, se mueren los 
sentimientos, el corazón,
se envenena con el olvido, 

y te desnudas del pasado, 

despojando a tu presente del límite...... 

Solo puedes hacer un viaje...
a la inmensidad, 

y mirarla...!! 

y ver que a veces, las rosas, 

te hacen llorar, que sólo es un vendaval de espinas,
que tu ausencia exista,
que no cura las heridas,
un abismo de alegrías...
las caricias abandonan
las manos,
la piel está, vacía, 

 el aliento frío, los ojos no duermen en la oscuridad,
los recuerdos, se recuerdan más tarde, cada
vez que necesitas, estar acompañado...
por unos momentos de su soledad.


P.d.g. 9_10_2013


Espíritu de sal

Tantos trozos de mar, 

en mi espalda,
que hoy , no vienen las olas, 

temerosas de detener,
la eternidad, de su danza, azul... 

Y me hace falta, su espuma,
arañar, los restos de salitre, 

del vendaval,
y dejarme besar, por la
provocación del horizonte... 

Percibo, su balanceo, que
agita esta estación,
que acaba con la calma
de las horas.
Ansío, poder respirar,
el oxigeno que le sobra a sus aguas,
y desatender su candencia,
sus espacios, observarlas, a veces... 

y dialogar, con su sigilo...

P.d.g.



A sombra onde esvaran os soños,
talla o medo espeso, 

que transporta sal,
á incandescente area. 

A reacción enlaza e rompe os desexos, 

botados no crepúsculo... 

Fecunda a ocasión,
aos sentidos,
nunha frecuencia,
térmica, 

onde remata a tenrura.
E a congoxa á fin,
viaxa cara outro asolagado
extremo,
sen enerxía, nin transparencia.


P.d.g.



Angel Marcelo

El reloj


Para aferrarse a la vida jamás se quitaba el reloj de la muñeca. La gente creía que padecía un tic nervioso, porque constantemente lo miraba, pero en realidad, lo hacía para comprobar en todo momento que estaba vivo.
No le bastaba con respirar ni sentir hambre ni el deseo sexual que cada tanto le asaltaba ante la presencia de una mujer guapa.. No, lo que necesitaba era oír el tic tac apenas audible de reloj pulsera. Cuando pensaba que pudiera perderlo o que dejara de funcionar, experimentaba pequeños ataques de pánico.
Rehuía de asistir a lugares donde hubiera excesivo ruido ambiente, solamente porque era incapaz de escuchar latir los frágiles engranajes.
En una ocasión tuvo una novia que quiso llevarlo a una consulta psicológica con el objeto de conocer las causas de aquella obstinación, por no llamarla obsesión, pero resultó imposible. A la segunda insistencia por parte de ella, simplemente, rompió la relación.
Cada acto de su vida estaba regido por su reloj. No acometía ninguna acción sin antes comprobar que el segundero avanzaba lenta y mecánicamente por la esfera amarilla. 
Sucedió una tarde de diciembre al salir de su trabajo... por cierto, trabajaba como auxiliar contable en una oficina de seguros médicos. Había oscurecido ya, a pesar de ser apenas las seis de la tarde, cuando se dirigía hacia su casa atravesando la alameda. Dos chavales, a priori inocentes, se acercaron y rodearon. Uno de ellos esgrimiendo una navaja le exigió la cartera y el reloj. Un sudor helado afloró por todos sus poros mientras entregaba la cartera con algo de dinero y las tarjetas. Intentó resistirse a la entrega del reloj pero mientras el de la navaja lo sujetaba por detrás, el otro, que parecía mayor, literalmente se lo arrebató. 
Los chavales apuraron el paso. No habrían recorrido más de veinte metros cuando el que llevaba el reloj se giró y gritando “esto es una mierda”, lo arrojó hacia abajo por el pequeño terraplén. El médico forense que recogió su cadáver en la morgue del hospital no pudo certificar las causas reales de su muerte. La policía científica que registró la zona halló el reloj y la cartera vacía que dentro de una bolsa plástica estuvo toda la noche junto al cuerpo. Un empleado de la morgue, seguramente aburrido, colocó nuevamente el reloj en la muñeca izquierda del cadáver. 
Dos meses después, la prensa y la gente de la ciudad sigue sin explicarse la desaparición del cuerpo y el reloj.


La casa

Hubo una casa abierta al mar
donde el sol nos bendecía cada amanecer

era mi casa
la tuya, la nuestra

custodiada por anjanas y duendes saltarines,
un hogar azul que siempre olía a pan caliente,
un reloj de arena con el tiempo detenido

era mi casa
la nuestra, la tuya
no tenía techo que cubriera nuestros sueños

mirabas las estrellas, las nombrabas y luego te dormías
yo bajaba entonces un lucero hasta tu ombligo
que era el sitio de mi alma, mi solaz

Hubo una casa que estaba
en un país imaginario,
no tenía dirección
no daba a ninguna calle

flotaba en un jardín inmenso
pletórico de rosas, limones y jazmines,
tenía un atelier muy cerca de las nubes
donde yo pintaba por las noches 
las mañanas que tus ojos verían con el día

nuestra casa era la fuente 
de la eterna juventud
las dríadas cantaban tus canciones favoritas
y los elfos te guiaban en las sombras

Siempre había una fiesta en el crepúsculo,
el vino derramado en nuestras bocas
irisaba tus ojos primitivos a la luz de las candelas

una tarde con un beso
te ofrecí las llaves de esta casa
que inventé para nosotros

libre de prejuicios y tabúes,
sin fantasmas del pasado merodeando en las alcobas
la casa va a estar siempre

aguarda tu llegada encendida como un faro

en el libro de bitácora 
escrito este poema.


Peregrinar

peregrinar 
desde tu boca
hacia tu sexo

dibujar con los labios
un mapa del camino 
que lleve hasta el nirvana

solo con los labios
dibujar el mapa del camino
que nos lleve hasta el nirvana

detenerme en tus lunares,
sellarlos con un beso
encenderlos como faros

sentir temblar la tierra,

que la piel se nos convierta en lava
y arrase la noche y el día
hasta el final de los siglos

peregrinar
desde tu sexo
hacia tu boca

morir como la espuma
de las olas que se asfixian 
en la arena

para volver hacia tu sexo
como el mar que ya no es ola

y volver a peregrinar


Encuentro

I (la noche anterior

y al final hubo silencio
al cruzar la puerta,
llevándote mis besos

me fui perdiendo de la sombra
con las manos impregnadas de deseo
y la boca dibujada por tu boca

todo cuanto hablamos
se fundió en hebras infinitas,
en círculos concéntricos

y los miedos adheridos en la almohada
como pájaros insomnes
olvidaron donde está la primavera  

II (la mañana siguiente)

y otra vez la puerta que se abre
regresan los azules errantes, fugitivos y desnudos
de la noche

la piel hundida en el infierno
suplica una plegaria
tu cuerpo atribulado dibuja sobre el lienzo
un espejo que obliga a suicidarse

en el arcén de nuestras bocas
se desangra un beso interminable
y  mis dedos que apenas te rozaron
ya te echan de menos.



José Luis Iglesias



Macbeth

¿Es esta ansia que me embarga licita, es ésta inquietud del alma sana?, ¿porque todo mi carne parece  escarnecida por una tormenta que me infringe azotes, me arrasa de frio y me calcina por momentos como si llovieran ascuas sobre mi?. ¿Qué dios caprichoso me atormenta haciendo reventar mi cerebro con pensamientos de horror y sangre, que dios si lo hay es tan cruel para depararme esta desgraciada situación?
No puedo sacar de mi vista el color rojo, el puñal delator, la sangre que brota. No puedo sentir la paz del sueño, la belleza de la mañana, el sabor dulce del vino, todo deviene en oscuridad, frio y hedor. Pero aún no he hecho nada y debo hacerlo aunque siga el resto de mi vida viviendo en el infierno. Debo hacerlo porque los hombres viven una vez y su destino es uno y no dos, ni tres, solo es el que determina él o el dios que lo guía. Las tres brujas hablaron en mala hora; si no lo hubieran hecho de tal modo mi vida sería feliz, sería Señor de Gladis, Señor de Koddor y mi esposa y yo hubiéramos gozado del aprecio, que lo tenemos, del Rey, del buen Duncan y miraríamos a nuestros hijos crecer nobles, hermosos y fuertes para mayor gloria de Escocia; pero lo hicieron, hablaron: Mcbeth serás rey. ¡serás rey! Después de esas ominosas palabras el puñal se convirtió en mi fantasmal visión, en la única imagen que señalaba mi determinación: ¡oh puñal injusto, que fuerza tienes en tu frio acero, como siento hervir sin embargo tu empuñadura que vive bajo la presión de mi mano, que fuerza infundes a mi alma miserable llenándola de poder y odio, como desvirtuas las admirables cualidades que la gente apreciaba en mi: la valentía, la nobleza, la bondad… todo me parece ya lejano, me siento ajeno a todo eso, a ese hombre bueno llamado Macbeth, por el contrario como mi tez quemada por la intemperie mi alma se consume en la cloaca del horror, en el negro averno, sin ánimo de contricción. Solo queda borrar de mi sentido la mínima pizca de piedad para que la fuerza de mi brazo empuje el puñal del crimen sobre el pecho del noble Duncan que duerme como un niño en la mejor de las habitaciones de mi casa. 
Vamos Macbeth. ¡hazlo! 


Los grillos

(Marzo 2011)

Sentado en los escalones de la puerta que da a la parte inferior del jardín.
Con el rostro mirando al frente, los grillos comienzan su canto, la brisa es suave, un aire templado remueve los cabellos huérfanos de mi frente.
Los árboles danzan suavemente bajo la fuerza de la invisible brisa, un cántico circula entre sus hojas.
Los mirlos recitan su partitura amorosa, hoy la bordan. Es posible que mi rostro muestre en ese momento una sonrisa. Es un sentimiento de paz.
Los grillos parecen tener una fiesta, su voz es cada vez más alta.
La brisa se apura y se vuelve casi viento, los árboles se cimbrean briosos.
Los mirlos se han callado.
El ruido de los grillos gana al viento.
Algunas hojas vuelan a mi alrededor.
Nubes rasgadas tapan presurosas el sol declinante.
Es posible que mi rostro muestre un ceño fruncido.
El canto de los grillos se ha convertido en fragor.
Me levanto y avanzo hacia el jardín, así se callarán, siempre lo hacen, son unos cobardes. Estoy realmente molesto.
Pero no se callan, es más, detrás de mis pasos el volumen sube, siento que me siguen en masa. Me sacude un escalofrío de pavor. También siento en mis tobillos como mordeduras de hormigas o picaduras de ortiga.
No quiero mirar hacia abajo.
Creo que han comenzado a comerme.   

II RECITAL: 4 de novembro de 2014


Cecilia Marchetto


En las arenas

Camina siempre por mi sendero
sediento de estrellas fugaces.
Renace siempre junto a mi,
ansioso, ávido de luces y mares; 
desea. 
Arde y ahógate en las arenas.
Teje los pasos y los besos.
Desnúdate para la luna,
besa el cuerno roto y humeante.
Desciende a donde se forja tu sol
a buscar la huella del rayo,
a descubrir la raíz del ángel.


A porta


Unha palabra imposible
fai medrar os nosos ceos
mira dende a súa terra os meus días
os abatidos e os que florecen.

Sangra unhas augas magnéticas

que atravesan cada ollada
todos os teus pensamentos
mollados nelas viven 
e revélanse irmáns

Ábrese como unha nube

que pare ideas ardentes
enxendrando máis intres
porta sempre presente.

Boca eterna que canta

a canción do visible.

Lonxana fonte de alma

dáme un pouco do viño
do teu dourado pranto.
Unhas pingas do raio
que percorre todo tempo.

Mudo amor do infinito

baleiro resplandecente.



A túa mañá

Chámame coa lingua oculta dos astros resoando viva na túa fronte 
e nos teus brazos un segredo nacido na madeira.
Mentres todas as cidades ouvean o seu nome, 
os meus ósos, roubados do lume enterrado e ignoto 
parpadean e se avivan co vento dos teus silencios.
Non sei como arrasas e iluminas e o mundo segue igual, 
como levas a mañá e o sangue nos teus beizos e non teme-los cairos do frío.
Ser contigo un río que canta a forza infinita dunha sola pinga: 
é o que escriben os ventos na brancura estremecedora do ceo.
O que virá da man da alba cando renaza o cervo.
Cando atope o meniño de prata no seu berce de musgo.
Durmindo.
Respirando.
E te vexa alí sorrindo, agardando por min.


Ofrenda

Heiche mandar a miña voz, tecida
nun cinto cor do sono
para te facer inmortal. 
Heiche levar rindo por un raio de luz
a deitarnos na ara da morte,
e deixar alí a nosa alma líquida
escorregando polo chumbo.
Imos espirnos na lagoa de lume,
que non nos pode consumir,
e marchar con faíscas nos ollos 
a durmir contando estrelas,
porque temos tempo de contalas todas
e acha-lo número da vida.

Cando espertemos, 

seremo-lo miragre da mañá
e o enigma da noite.


Tiempo de mercurio

Vuelves a mi como una vieja canción
de noches adolescentes. Capaz de traspasar la piedra.

Salvas a la furia con tu tierno oído. Tu caudal la pule,

perla perdonada.

Así todo se amansa en tu presencia. Mil granos, una esfera.

Ásperos fragmentos, roca fluida,
espejo vivo.

Tiempo de arena se vuelve

tiempo de azogue.
Tiempo como mercurio.

Que él te traiga a mí, niño en llamas,

hijo dichoso de la música escondida,
a ti a quien baño en un mar de miel y sangre,
menta y lágrimas,
cuando estoy sola.

Que este canto, desatado, atraviese el silencio,

y brotes de él tú, grito agónico de júbilo,
nudo latiente en el verde tronco del mundo. 


Emperatriz

Arrastra una inquieta rama
y la suciedad de la acera
la brisa gris que roza mi niñez,
y los columpios gritan como flautas distantes,
volviendo al alegre color carcomido de un cuento.

Enseñándome el atardecer, la mujer.

Crecer, romperse, desgarrarse, florecer.
Todo en un quinto piso donde aprendí
dónde hay otro corazón, dónde todo existe.
En esa frente que señalas, Emperatriz,
aún en mi recuerdo, en la cama,
sentada junto a mí. Tu camisón,
pliegues madreperla en la sábana que me envuelven.
Como las diosas que dibujé
abriendo sus brazos en la remota noche,
tú me diste el saber.


A ciencia de Ariadna

Un día poderemos descifrar as ás dunha bolboreta.
Esculpiremos narcisos no derradeiro alento do sol.
Sentarémonos a oír como ri a corrente
corricando con pés de lá cara min,
a deixarme a súa auga clara no colo.

Entón retomarei os pasos do dragón,

o evanxeo das silvas,
anunciado polo raposo,
o culto do lobo.

Co meu novo templo de sangue,

e a miña man na man brava do fauno,
o labirinto será unha ponte,
e a voz manará do cáliz.
Como a Ariadna, posuidora do fío,
verdadeira vencedora do caos,
Dionisos ha bañarme no seu viño.


Tania Vidal



Un adeus sen compromiso
afrontado co valor do derradeiro sorriso
que indica que algo acaba, empuxanos cara a cara,
reflectindo a incertidume
daquelas cousas que só son permanentes cando flúen...

Pois que pretencioso deter o movemento,

perder o tempo bailando no vento,
tratando de desfacerse do que morre nun momento.

O último bico é un cancro terminal:

que leva ao individuo orgánico e mortal
a concebir un principio sen final,
Mais a tebra berra alto, dende ese máis alá,
tan coñecido polo peito e tan lonxe da man,
que a tentas e sen éxito non o logra atrapar.

Mais ninguén se atreve a ollar

onde morren os soños, no limiar,
no abismo da almofada,
no comezo da alborada,
na dozura da treboada cuxa auga torrencial
se contrapón á auga salgada
dunha bágoa fuxitiva que, suicida,
afoga na pupila coa luz da madrugada:
e foi todo e máis ben non foi nada...

Nada máis ca un recordo

na memoria articulada,
mais alén diso.. ¿que somos?
sombras indeterminadas...

A sombra emerxe de noite,

cando a luz esconde os monstros,
cando a soidade nos acolle
e nos fai iguais a todos.

Faise patente o abismo

ao enfrontarse con un mesmo,
quedando auto-reducidos
a temer o propio medo.

O monstro fronte ao espello, o espello agresivo,

o que te soporta espido, mentres tapas o semblante,
con veos tupidos e estúpidos antifaces,
para sair ao mundo cal gaiola de estandartes,
no recuncho da posibilidade acadable,
do Cosmos só unha ínfima parte...
Se é que en verdade hai mundo

e se é certo // que hai verdade...




Jaime Sanz de Acedo



 En el jardín de las delicias,
allí donde habita lo prohibido,
un mar de arenas movedizas
oculta secretos sin nombre,
vientres sin ansias.
La desidia pasa factura,
dicta su ley,
y si dejas de soñar
date por muerto…




Quemaban libros

y, sin embargo, era todo
lo que ardía


Palabras vivas crepitaban 

con un crujir de horas muertas.
Vencidas.


Palabras contenidas

entre lomos de una piel 
ajena y rota.


Palabras, simples palabras…

No más, no menos. 
Justa medida, 
deseado equilibrio.


Palabras sordas, ciegas,

a veces mudas.


Palabras que se derraman,

desnudas.


Palabras vacías,

socavadas, 
tejidas con el mismo hilo
con que se forman 
las piedras.


Palabras fingidas,

que por manidas 
llagadas.


Palabras enjambradas

en el ser mismo de las cosas.


Se hizo el silencio. 

Tiempo de duelo.
       Hoy serán las palabras 
      quienes  lloren.
Quemaban libros 
y, sin embargo, 
era yo quien ardía…




Hay muchos cadáveres flotando y sólo un mar muerto.

Sembraré de migas los caminos,
por si me pierdo de vista.
Sembraré de huellas los tejados de lo prohibido
por si me escapo de tus sueños.
El corazón, ansioso de verdades,
latirá a lo lejos. Cerca de la luna,
esa que le roba la luz al sol mientras duerme.
Pídeme algo de mi tiempo,
pero no me pidas cazar juntos mariposas.
Odio las redes.
Necesito llorar solo, y entonar mis himnos
lejos de otros ruidos. 
Mi piel está demasiado fría,
pero me he vuelto alérgico a otras pieles.
La soledad es la mayor de mis adicciones…


Ardimos con la antigüedad misma del fuego,

con la presencia apagada de quien busca en luz ajena
algo de calma.


Rotundo el pronunciarse de los besos. 

No existe  palabra alguna
 capaz de  advertirnos del peligro. 


Batir de alas, 

desdoblarse de caminos, 
callar de lo inesperado.


Simplificar lo complejo, 

hacerlo nuevo.
Recrear lo vivido y lo añorado.
Latido a flor de piel que nos abruma…
Ser quienes somos
y en plural…
ver aún más lejos…


Hace frío ahí fuera

y no sé si es desamor
o el fin del mundo.


Los días grises, 

salpicados de lluvia e invierno
me traen recuerdos…


Fue entonces cuando soñé…

La vertiginosa sombra de otra sombra
corría tras de mí.
A ti te perseguía 
la colonia de amantes descastados 
que vaciaron en tu vientre sus miserias.


Llaman a la puerta de tu olvido

buscando porqués sin nombre.
Día tras día, hora tras hora.


Tú ya no me busques no.              

Aún no es siempre todavía. 


Descansa pues amor, 

en esa celda tuya llamada deseo.
Mientras tanto yo prefiero 
recordarte siempre deshabitada.


Sigue haciendo frío ahí fuera

y no sé si es desamor
o el fin del mundo…




El precario comienzo, 

sed de otra sed aún más urgente.


Precisar la palabra, 

acotar los espacios, 
abrir las puertas.


Quizás así pueda decir

lo que la realidad siempre calla
cuando sus metáforas de piedra esperan 
el prolongado abrazo del musgo.


Hoy muerde la niebla

y después 

desaparece…