Silandeiro crónico
Por soñar aínda vés coa túa escuridade, para advertirme de que só me queda unha vida para perder o medo, para vencer a penumbra e os reloxos inimigos, e bailarmos sen deternos na caída sen solo da Ferida, para que reces pola miña doenza nas alamedas da cidade que olla soterrarme, e a culpa da existencia só existe para un Nós que é invento, que nin creo que saibas del, que roubei porque é o máis puro que de ti teño cando non es, cando son eu supremamente, cada día. E se de tan pouco corazón me acostumara a des-adoitarte deste xeito, e así contigo levaras as voces e as entrañas todas, levarías ese todo que é máis nada, cada día, máis nada do que teño aquí para min para almorzar e xantar e cear, e cuspilo todo eternamente. Mais é así todo porque dime ti como vou ir vendendo perdóns a quen non me merca un apreixar do mundo, cunha soa man amarrándome do peito mentres se mancha de rubio, e eu sorrindo grazas ao engano caloroso do Presente hipócrita, o secuestrador fuxidío de cada vez que reparei fronte túa na máxima expresión do intre, un acto puro de sentido que non logra sosterse para o ser humano porque a súa natureza é o frío do Presente, maldito mentireiro que leva todo canto ten por diante que fai que adeus para sempre, que bo foi coñecerte, e que morra o mundo ignorante e alleo que non é vida, senón máis ben o contrario, é non-vida, silencio após a ausencia de ruído, negror no escuro do baleiro, onde non abre ningunha porta metafísica máis que a molestia. Así é todo o malo do Presente é o Hoxe, o máis perigoso dos discursos ambiguos, o Hoxe que tamén é Cada Día, tal que hoxe, que me vés nalgures saudar polos recantos da escuridade. Que xa non tes sentido con procurarme. Que hai rato que marchei porque mañá volve ser Hoxe. Coma ti nun día calquera, nun calquera día. Coma cando non volves.
Domingo de narcos
II
Son as 25.59
Dun domingo repetido
Dun día de máis
Dunha vida calquera.
Non teño porros
Nin ollos,
Pero téñote a ti
Por todas partes que miro
Perdida entre tanto fume.
IV
Acórdame pensarte e que me esqueza
as noites que algún día nos fixemos,
os intres que nalgures recoñeza
das vidas que noutrora, nós quixemos.
"Es ti o mundo raro que me afasta
do ruído que acredito como alleo.
É vida cando esquezo que nos falta
teimarnos por ficar lonxe do ceo."
Vai frío des que oio o teu silencio
guindarme polas costas o seu berro,
cravando paseniño un outro aprecio.
Non doe como a vida o teu suspiro
agora xa sen aire e tan baleiro,
os últimos recordos que respiro.
V
Cada noite é unha ferida aberta
da miña soidade
á túa ausencia
e nela caben os laios,
o que fomos
e as estrelas todas;
e nin así
somos quen de tapar
este burato.
Louvanza ao recital de poesía
Teño ébola na alma
un can no cadaleito
os calcañares espidos de andainas
arredor de si sen me atopare;
a miña lingua soterrada na lama
polas comisuras dos verbos,
o meu lar acordoado,
un dúplex no deserto.
Teño un berro aquí na gorxa
que con vós fai manifesto
e amósase fóra xordo
a ladaíña da raiba, mais, silencio.
Cunha faísca a barricada
acendo con socato acerto,
arderán as malfeituras
de cartón e plástico negro
como farase vivo inferno
das gravatas dos tesoureiros,
a anarquía dos piratas
que se esqueceron do mar
pra facer as pallozas de cemento.
Saberá quen onde finan as utopías
ao final do seu traxecto.
Mais que eu sei onde comeza
que aqués folla que vos leo
sae tralla a rebeldía,
neste bar de picheleiros.
A vitoria da palabra
ben por riba das mordazas
vénse por, encol
silencio.
Roberto Mattos: Ápeiros Editorial
Cárnica Necrópolis
I
Tarde
nítida
partida en
dolores
Verdes
mojados de fríos grises
materia
reseca
de
necesidad
Mes
de un peregrino recluido
de prosas mutiladas por liras y violines
por versos.
II
Sentir
que se desacostumbra
que sujeta lo contingente, lo
fugitivo,
que
hace gotear una sustancia que solubiliza la carne.
Sentir
que sacude una mano
la
que apalea la nostalgia de escritos muertos
en mesas
babélicas
en
escritorios polvorientos.
Sí,
apalea la nostalgia
de un juvenco
sacrificado
por -y en-
el tiempo.
III
Alguien
pretende llorar sobre su dérmica elocución
pero
el sentir
—anacrónico—
se
desbanda en una noche de cuatro ciclos de caucho
se
retira a un monumento de mármol
en un domingo y un papel
ahora
por una alborada en el fin del mundo
ora
en dos ciudades portuarias
una lapislazúlica
la otra de plata
ahora
en otra
la
de una “plaza lejana”
y
va por cerros
de pastizales desiertos
patagónicos
cuyanos
y
sorbe pacífico el atlántico
y
se guarda en tres barrios
sin ciencias
sin letras
sin artes
sin políticas
sin…
¡triste
víctima de su carencia y sus residuos!
IV
Yerra
y se posa
se posa ante el escrito féretro
paternal
de
una dilatada biografía inexistente
se posa al final del nombre de un
autor
en
la consonante oclusiva, velar y sorda
que
es el mirar límpido del pétalo otoñal en un ocaso ámbar
elevación
de la mano que es la voz de los ojos del tierno tacto
que
se despide
para
volverse metalenguaje.
V
Y
el sentir vuelve
y
se fuga de abrazos
cuasi-sensibles
hermanantes
ante pasos que
cruzan la sonrisa segura
de
lo claro-oscuro, borroso, vidrioso, el verso.
ahora
se
suspende ante la deshabitada morada de su primera causa
a
donde sea que vaya se sublima
carnificándose
a mayúsculas distancias
ya
es imposible avistarlo por el mismo celaje.
VI
Un
traidor se oculta en lo de Adonis
el
sentir confunde el olfato del delatado
Viciosos
pubescentes silban a la nívea mueca cotidiana
el
sentir cierra sus ojos espejados en sollozos
La
lujuria toca a la puerta y al que la abre
el
sentir apaga su cazadora caricia
Las
causalidades inmolan sus Cristos
el
sentir amarga hasta sus degustaciones mefistofélicas
Sinfonías
eutérpicas celan la tarde, lo frágil
el
sentir lacera el sagrario de sus voces.
Ancien HorseK.
Tarde triste del 16/08/2009
Diego Horschovski
Versos de madrugada
Caí,
como un manto salino de tristezas
y exploté,
como un sueño dorado que se toma licencias.
Reí,
porque vi la oscuridad que gobierna las esquinas
y canté,
porque desafinado el corazón me dio una tregua en la banquina.
Solté,
cuando escribí "por qué no te dije qué hago en este lugar"
y cambié el verbo decir por hacer
en el ocaso de la vanidad.
Y arranqué las hojas vivas para comérmelas de a poco,
para sentir mis colmillos devorar las entrañas del arrojo,
para sentir mi estómago digerir la última bocanada
de aire terco en el jardín,
y en los versos de madrugada.
Septiembre se fue
Pasa el autobús por la calle empapada y se detiene ante el paso de cebra. Aprovecho el lapso para buscarte entre los viajeros y te reconozco en la mirada perdida de una estudiante que aferra contra su pecho unos apuntes que seguro no salvan tu nombre. La noche cae sobre la calle adoquinada y húmeda. Los semáforos detienen el paso y reflejan su rojo otoñado sobre los charcos. Es la sinfonía que conoces desde hace tiempo. Lo sabes, estos días, se trata de eso.
Los periódicos anuncian un crimen en la ciudad. Las calles lo gritan: ¡Asesinos! La televisión arroja napalm sobre Damasco, dos tertulianos del corazón ríen desquiciados, con los ojos a punto de saltárseles de las cuencas mientras acribillan a otra persona más, cosificada. Todos ofrecen representaciones ligeras de las cosas, nadie quiere verdades jodidas y emancipadoras. Y pienso… "Nada es auténtico mas tu mirada acristalada."
Recupero la visión tras este minuto fugaz de imágenes y armonías invadiendo mi ideario y vuelvo a ti, sentada dentro del autobús. Pensativa.
El semáforo abre el paso y el chófer arranca. Tu frente apoyada sobre el cristal titubea y recuperas la mirada y el sentido. Entonces me ves mientras avanzas. Me ves observándote desde este lado del cristal, en esta cafetería de invierno. La misma a la que siempre volvemos, la misma de la que nunca nos fuimos.
Nos vemos y, entonces, los dos nos damos cuenta lo que más tememos. Que ni tú eres ella ni yo soy quien tú esperas que sea. Pero me sonríes y te sonrío. Nos vemos y, entonces, nos damos cuenta lo que más tememos.
Que Septiembre…
se fue.
Octubre uno, dos mil trece. Compostela
Jaime Arnau
Jardín sin luna
Tenías razón. Habitabas en volcanes dormidos
que ahora intento despertar. Aquí, el eco.
No nacimos demasiado tarde. No han pasado las guerras
que trazarán nuestros caminos posibles.
Escucharemos música en una habitación sin vela
y ahí la historia se hará uña y carne
rasgando nuestras venas. Y no será otra sangre
aquel sabor amistoso y extraño. Jugamos
a decir la palabra muerte en un jardín sin luna,
en la casa de nuestros abuelos, trasnochando
esa historia prohibida o desnuda. Jugaremos a decir
la palabra muerte o sexo en un jardín sin luna.
Tenías razón. Habitabas en volcanes dormidos
que ahora intento despertar. Pero no era otra sangre,
esa lava o semen impuro y yermo. Tenías razón.
Todo es digno de metamorfosis. Jugamos
el alcohol y la bruma que nos legaron, muerte o sexo
en un jardín sin luna. Habitabas en volcanes dormidos,
corazón. Pero no es otro fuego, esta cuchillada o silencio.
No es un juego, animal de ojos pálidos. Y no era otra sangre,
eran labios, eran labios, eran estómagos o Hambre, sexo o vida
era cumbre, era catedral erecta sobre la tierra desnuda,
era palabra o menta, sexo o vida, labios, labios. Vivamos.
Tenías razón. No estuviste sola, en aquel beso.